EMPECINADA PREGUNTA




A las tantas de la noche, con varios wiskies y conversaciones en las que me hacía el perfecto interesante, a sabiendas de que la estrategia daba resultado. A un poco más que las tantas, bailando los vaiveines de la oscuridad, se asoma su mirada tierna, interrumpiendo el movimiento erotico, mientras craneaba un escenario distinto. Insiste en interrumpir el vaiven preguntando si estoy bien. No comprendía que mis gritos eran de placer, que con su empecinada pregunta - ¿estás bien?- aniquilaba la mera posibilidad de entregarme a sus brazos por un tiempo considerable. Seguía craneando, haciendome el leso, sentado en el trono del placer apuntando mis gemidos egoistamente hacia el techo para no encontrar esos ojos que invocaban algo parecido al verdadero amor. Mas como un bataclano, ya en el baño, pensaba en qué le decía para que se fuera de una vez; vuelvo al lecho que desordenado debía estar con un bulto arropado de piel. Más mi sorpresa fue enorme cuando la cama estaba perfectamente echa y vacía.