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Aplausos para la señorita macarena Q.E.P.D


FANTASÍA FINA


Cuando han pasado algunos años de su disimulada muerte, secreta, sola y dejada por la mano de dios, señorita Macarena le escribo. Ya nadie recuerda ese amanecer en que desmayada en la alfombra sin aire en sus pulmones bañada de fecas y orines de su perrita poodle toy la que relamía su garganta como intentando revivirla.


Cuando supe de su muerte, pensé tanto en la gracia que causaba su estampa en movimiento, resucitando tantas historias que se contaban de usted.


Como cuando se exhibió con a penas 17 años en un concurso de belleza femenina – en el Estadio Palestino de Santiago- y por paradójico que parezca, conquistó al jurado pasando colado el truco con elegante disimulo. Tan sagaz fue usted, señorita Macarena, que aplaudo su hazaña de engañar inocentemente.



O, como cuando sus extremidades inferiores adquirían vida propia en un comercial de panties que todo el mundo vio en las revistas del 2000´. Sus tentáculos forrados en medias radiantes posaron también en varias gigantografías sobre los techos en algunos edificios de la ciudad como una gacela flamenca.


Tal vez los brillantes publicistas que la eligieron, osaron a propósito con la estrategia cargada de ambigüedad para subir las ventas con el rumor del tercer sexo de aquellas piernas flamencas, imprimiendo un fulgor distinto al ajetreo santiaguino. Quizás les rendía más dinero esa artimaña disfrazada de mentira blanquecina. Todo con tal de inventar maneras de alcanzar una felicidad de lycra en un envase “diferente".


Nuevo engaño a la gente. Otro aplauso para usted.


Señorita Macarena, no sé por qué la pienso tanto: que mil puertas golpearon sin tregua esa protuberancia que se desglosaba de su rostro, negándole la posibilidad de actuar en algún escenario. Y usted reía cándidamente como pidiendo perdón por la turgente pifia. Parecía una Rossi de Palma en versión travestida. Pero nadie la reclutó para alguna película, su sueño más vanidoso.


¿Cuántas puertas se cerraron mientras usted a hurtadillas disimulaba una equivocación de la naturaleza, una especie de imperfección casi perfecta, una nimiedad que se podía perdonar a la vista?


Usted nació con la masculinidad muerta, sin embargo, fraguaba una femenina coquetería entre sus movimientos.


La recuerdo tb. cuando en los 90´, decidió asaltar la realidad en bikini en pleno Reñaca y los pacos la tomaron presa por ofender a la moral y las buenas costumbres. Más Aplausos.



Inventaba pasarelas donde no había. Nada atemorizaba la exhibición de su cuerpo de modelo pulcra.




Señorita Macarena, usted se jactaba como una maniquí europea y pensaba que como periodista la iba a hacer más famosa aún. Ahora repaso la escena cuando dijo que venía llegando de modelar de Niza, y que Almodóvar la iba contratar para su próxima película. ¿Verdad? ¿Mentira? ¿Importa?


Lo cierto es que sí consiguió aparecer en un reclame de mayonesa- otra vez los brillantes publicistas- y en un cortometraje que el audiovisualista Andrés / German Bobe tituló: Moisefala La Desdichada, retratando su vida infeliz sin amor. Allí mismo auto representó su propio papel de una alegre desdichada.


¿Se reían de usted? Qué importaba si además se incluía un clip musical cantado por Javiera Parra.




Párrafo de letra, citar link youtube




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Tb. en los 90´ deambulaba en la discoteque Fausto travestida con elegantes diseños nacionales que sus amigos de la alta costura dibujaban en su cuerpo para la alta noche. Decían que usted fue la primera y la única en ocupar un sitial en la alta costura travestida chilensis. Ahí se reía, y ellos, el público, tb. reían con usted por atreverse a encarnar los dictámenes de su naturaleza truncada. Aplausos.


La homosexualidad le dio diferentes nombres - La palestina, La Maca- los que como espíritus entraban en su piel actuando sobre diferentes escenarios, en ese momento, la ropa femenina actuaba como medicina para tratarse a si misma, no importándole nada. O casi nada tal vez.



-¿Quién la mato? ¿Ese mismo público al que usted buscaba empecinadamente, pese a las risotadas socarronas tras suyo?


Cuando ya tenía 46 años, aún conservaba su figura, aunque ya se avecinaban los 50 y el garbo y la forma toman otros moldes. Huir de ello, tal vez era lo más sano. Reducirse a la más mínima expresión. Cansada de hacerse la sorda de los murmullos de la gente, la veo tirada en la alfombra dando sus últimos estertores en el escenario de su living del departamento que usted misma compró en el barrio bellavista con su trabajo de venta de joyas de fantasía fina, en pleno Patronato.


Seguramente su existencia le acarreaba incertidumbres, y la ropa de mujer ya no surtía el efecto medicinal que necesitaba para estar viva, entonces la neumonitis se amplificaba en su pecho flemático, rendido en el piso. Pensaba que ya no era útil a la humanidad la que con un murmullo incesante la burlaban. Su alma impenetrable optó irrumpirse en el silencio. Un remedio más efectivo.