TU, LA PEOR ENFERMEDAD




TU la peor enfermedad






El cuerpo daba señales. Ruborizadas manos transpiraban sollozos húmedos, un inminente suicidio amoroso aterraba la piel sometiéndola a horrible expresión. Bombea el corazón despachando sangre incesantemente sobre una abatida musculatura. Pero ella, la protagonista del remolino interno, abandona gélidos músculos, dejándome blanco de miedo.


- “Lo que pasa es que no estoy enamorado de ti”, como si se tratara de la muerte de una transacción sin importancia, sentenciaste.

Evaporarse como una rata que se espanta de un humano, trepando fugazmente por una desconsolada carretera conocida. El acelerador está en equilibrio con un cuerpo excitado por una vibrante ansiedad la que enciende mecanismos de una máquina que reclama alaridos que entonan un tango que sintoniza con un tics que sacude un párpado intermitente.

La tensión en la garganta amarra un silencio resonante habitado por palabras obstruidas. En plena carretera, el llanto se esfuma derecho al mar para vaciar lágrimas y tan solo seas una gota de esa profunda inmensidad.

La noche se acerca,la luna se presenta como un cuchillo gigante amenazando incrustar su pena sobre mi cabeza para bautizar un ahogo desesperante. Un letrero en la carretera promocionando un dulce pisco sour intenta bañar el borde superior de mi estomago que lucha contra la fisura instalada. Pero balas de dopaminas desparraman desde mi corazón relámpagos calcinando cerros saturados de ansiedad.

El motor rechina, humedecidas manos insisten empecinadamente sudar lágrimas que hacen resbalar un manubrio esquivo. Asomo las palmas una a una contra el viento, fuera del vidrio, traspirando penas a la brisa.

Letreros aseguran que el estado de las cosas no va a cambiar y no puedo cruzar el túnel porque dice cerrado por melancolía, con silabas tintineantes iluminando una garganta obstruida de silencios oprimidos. Devolverse en esa carretera -por la que tantas veces viajamos contentos al océano- tomando una cuesta alternativa. Ya en la cima del retorcido camino su grueso espesor instala la niebla ,y en medio de esa brumosa realidad, diagnostico la enfermedad que llevaba tu nombre: la PPR.

Decidí entregarme a los designios de la luna, para que enterrara su afilado espesor en el centro de mi cuerpo, tal como se destripa un vampiro.

Mas un sinnúmero de imágenes instalan intermitentemente una confusión mental que crece: imagino tu imagen pronunciando las escuetas palabras del suicidio, dolor ininterrumpido a cada instante en que te apareces sin ser invitado, intermitentes recuerdos resisto de ti, no quiero imaginarme, que te imagino, como cuando te imaginaba intermitentemente en mi imaginación: un tormento complejo, estructurado en una enmarañada circunstancia desgraciada. La luna como una sombra no me deja de mirar, interpelándome, me persigue, alucinandome, mientras me enfermo en un rincón inconexo, en una lejanía que me azota con las palabras del suicidio anunciado.