BELEN/Fragmento/Irene Geis








Se arrastró por el piso. Podía sentir la pelambre dura de la alfombra vieja y fétida de los vómitos, orines y cacas de perros y gatos. Sentía nausea y también quería vomitar. Un espasmo, dos espasmos, tres espasmos, abrir la boca y dejar escurrir esa cosa verde y viscosa que era lo único que tenia en el estomago después de tres días sin comer. Los sollozos la sacudían secos y aburridos tras todas esas horas de llanto sin lágrimas. Levantó la tapa del inodoro y apoyó la cabeza sobre el frío del enlozado y miró el fondo oscuro de las aguas y de papeles. Hubiera querido que la mano de dios la arrojara al hoyo negro y luego bajara la palanca que la llevaría a un largo viaje por las cloacas, a las que sentía como su lugar. Navegaría por ductos llenos de excrementos, un excremento más, babeando hasta desembocar en el mar